Allí estábamos tumbados sobre el suelo los dos. Dentro de
nuestra burbuja de aire la cual nos hacía intocables. Mi vista solamente me
permitía ver el cielo que de alguna manera parecía estar al alcance de mi mano.
A pesar de estar tirados en mitad de la calle parecía que estábamos en un campo desierto donde solo nos podíamos
escuchar a nosotros. No voy a mentir, yo solamente quería escucharla y aunque
hubiese pasado un avión rozándome la nariz no me habría dado cuenta. Aunque pienses que estoy exagerando no lo
estoy haciendo, su voz era tan dulce… es como esas cajas de música que te hacen
sentir algo al momento en el que las escuchas, no sabes por qué pero te limitas
a darle cuerda y cuerda y cuerda hasta que te das cuenta de que has estado más
de media hora escuchando la misma melodía. Pero no te arrepientes, es más, te
gustaría escucharla toda la eternidad. Pues así era su voz, dulce y
encantadora. Así cualquiera estaría escuchándola durante horas, daría lo que
fuera por poder escuchar su voz cada segundo de mi vida.
Así estábamos charlando en la noche los dos; como si el
tiempo no importase, que en realidad no lo hacía. Oyendo cada palabra que sus
finos labios liberaban, pero se me hacía imposible esucharla, estaba embelesado
con las luces, con su sonrisa, con lo cálida que resultaba aquella situación.
Quizá sea injusto pero no voy a mentir.
Allí estaba yo dejando pasar el tiempo.
Observando como movía sus manos, como su pecho se elevaba al respirar. Por
alguna razón no me excitaba, podría haber estado totalmente desnuda a mi lado y
habría seguido sintiendo esa sensación de tranquilidad, esa soledad compartida,
esa sensación que mitiga mi ansiedad y mis pensamientos. Poco a poco mis ojos
iban cerrándose, apenas podía ver una pequeña franja de luz tras mis párpados, el sonido de sus
cuerdas vocales se convertía en un siseo que casi no era capaz de distinguir. Amo ese
momento que tan pocas veces he experimentado, esa pequeña fracción de segundo
en la que notas que estás dormido, ese pequeño momento en el que sabes que tus
pensamientos se detienen mágicamente. Pues en esa pequeña fracción de tiempo
noté sus cálidos labios junto a los míos. Mis párpados se negaron a abrirse.
Fue una sensación tan fugaz que soy incapaz de describirla. Solo puedo contaros
que mi respiración se agitó, comencé a inspirar y expirar tan frenéticamente
que todavía soy capaz de recordar el sonido de mi respiración invadiendo la
oscuridad. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que pensé que estaría a punto de explotar.
Notaba la suavidad de sus labios contra los míos y de repente dejé de sentirme
así cuando se separaron. Volví instantáneamente a esa paz
absoluta, ahora con una sensación de bienestar infinita. Solo me quedó una
pregunta que nunca fui capaz de formular.
-Es un secreto –escuché tímidamente antes de caer en un
sueño profundo.
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