sábado, 19 de julio de 2014

Al borde de los sueños

Allí estábamos tumbados sobre el suelo los dos. Dentro de nuestra burbuja de aire la cual nos hacía intocables. Mi vista solamente me permitía ver el cielo que de alguna manera parecía estar al alcance de mi mano. A pesar de estar tirados en mitad de la calle parecía que estábamos  en un campo desierto donde solo nos podíamos escuchar a nosotros. No voy a mentir, yo solamente quería escucharla y aunque hubiese pasado un avión rozándome la nariz no me habría dado cuenta.  Aunque pienses que estoy exagerando no lo estoy haciendo, su voz era tan dulce… es como esas cajas de música que te hacen sentir algo al momento en el que las escuchas, no sabes por qué pero te limitas a darle cuerda y cuerda y cuerda hasta que te das cuenta de que has estado más de media hora escuchando la misma melodía. Pero no te arrepientes, es más, te gustaría escucharla toda la eternidad. Pues así era su voz, dulce y encantadora. Así cualquiera estaría escuchándola durante horas, daría lo que fuera por poder escuchar su voz cada segundo de mi vida.
Así estábamos charlando en la noche los dos; como si el tiempo no importase, que en realidad no lo hacía. Oyendo cada palabra que sus finos labios liberaban, pero se me hacía imposible esucharla, estaba embelesado con las luces, con su sonrisa, con lo cálida que resultaba aquella situación. Quizá sea injusto pero no voy a mentir. 
Allí estaba yo dejando pasar el tiempo. Observando como movía sus manos, como su pecho se elevaba al respirar. Por alguna razón no me excitaba, podría haber estado totalmente desnuda a mi lado y habría seguido sintiendo esa sensación de tranquilidad, esa soledad compartida, esa sensación que mitiga mi ansiedad y mis pensamientos. Poco a poco mis ojos iban cerrándose, apenas podía ver una pequeña franja de  luz tras mis párpados, el sonido de sus cuerdas vocales se convertía en un siseo que casi no era capaz de distinguir. Amo ese momento que tan pocas veces he experimentado, esa pequeña fracción de segundo en la que notas que estás dormido, ese pequeño momento en el que sabes que tus pensamientos se detienen mágicamente. Pues en esa pequeña fracción de tiempo noté sus cálidos labios junto a los míos. Mis párpados se negaron a abrirse. Fue una sensación tan fugaz que soy incapaz de describirla. Solo puedo contaros que mi respiración se agitó, comencé a inspirar y expirar tan frenéticamente que todavía soy capaz de recordar el sonido de mi respiración invadiendo la oscuridad. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que pensé que estaría  a punto de explotar. Notaba la suavidad de sus labios contra los míos y de repente dejé de sentirme así cuando  se separaron. Volví instantáneamente a esa paz absoluta, ahora con una sensación de bienestar infinita. Solo me quedó una pregunta que nunca fui capaz de formular.

-Es un secreto –escuché tímidamente antes de caer en un sueño profundo.

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