lunes, 17 de noviembre de 2014

Historias de amor y poesías.

Curioso que este poeta enamorado te diga que nunca ames si eres joven. Dedícate a disfrutar de la juventud, diviértete, ''vive la vida loca'' como dicen algunos. Si dicen que amor ya no existe será por algo. Quizá sea un sentimiento que dentro de poco aparezca en los libros de historia y deje de hacerlo en los de poesía. Basándome en mis años de experiencia te puedo asegurar que poesía y amatoria deben ir de la mano. Hoy cualquiera se puede considerar dramaturgo, poeta, filósofo... pero no saben lo que dicen los pobres. Poesía es expresar y amor es el grado máximo de expresión, es la cumbre a la que aspira cualquier escritor que se precie. De hecho los poetas somos historiadores de los sentimientos que todos sentimos, somos los cronistas del amor, la vida y la muerte. Si te das cuenta los poetas también somos algo patosos en nuestro trabajo, millones de poemas escritos sobre el arte del amar y todavía no ha habido uno capaz de dar una definición exacta sobre este mismo. O quizá sí... Voy a ser el pionero que le de una definición y también el que le quite la tontería a estos gaznápiros que se autoproclaman poetas. He titulado a esta definición: Dos flores.

Dos flores

En cualquier historia de amor hay dos amantes.
Por cada tres una lágrima que llora.
Si solo hay uno; tres lágrimas que una llora.

En cualquier historia de amor hay una primavera,
hay lirios, rosas azucenas y cartas.
No puede haber una historia de amor sin letras.

En cualquier historia de amor hay noches pecaminosas,
lujuriosas, pasionales, carnales.
No siempre hay madrugadas en las historias de amor.

En mi historia de amor hubo un comienzo,
hubo una larga velada que nos regaló la luz mortecina de la luna
y la llevé a su casa como un poeta;
ansioso por llegar a mi casa y contarle todo a mis versos.

En mi historia de amor hubo poesía, obviamente hubo poesía.
No existe una historia de amor sin poesías.
En cualquier historia de amor hay poesía.
En cualquier poesía debe haber historias de amor.

También hubo secretos como el nombre de mi amada,
sus ardientes labios carmesí que me mordían como una diablesa,
caricias que hacían ruborizar al algodón,
hubo noches que preferí no contárselas ni a los versos.
Venus la envidaba. Y con razón.

Yo también la envidié algunas veces.
Mirarla por las tardes sentado en mi sofá, tomando mi café
mientras ella perdía su mirada en la ventana
sus ojos se fundían con el rojizo cielo.
En esos momentos maldecí no ser pintor y poder enmarcar ese momento.

Me habrías pagado por ver esa escena.

Otro secreto es su cabello, largo y sedoso como una nube.
Siempre me he sentido afortunado por poder acariciar su pelo
mis dedos quedaban impregnados por su olor a coco.

En mi historia de amor tuve que luchar .
Ella la dama y yo el caballero.

Claro que hubo disputas y reyertas,
vocerío, gritos y algún plato roto.
Pero eso no se cuenta en las historias de amor.
Eso es cosa de dramaturgos.

Hubo tantas lunas como puedas imaginar,
luces mortecinas sobre la cómoda,
Hubo gritos de jóvenes, gemidos de madurez y susurros.
Hubo también un comienzo. Dos novatos en este juego.

Sí fui un villano, fui el que le robó sus más preciado tesoro
Fui un ladrón, un bellaco, un rufián.
Pero fui yo y no otro. Soy un pícaro pero fui yo.

Hubo viajes a parís, las costas de Italia, algún té inglés...
También hubo escapadas nocturnas a algún bar bohemio.
Compartía mi amor por las letras.
Sumisa y silenciosa mientras yo escribía...

En cualquier historia hay tiempo.
En algunas historias de amor este se detiene.
En otras este maldito tirano se lo lleva todo.

Le dediqué mil y un poemas, historias
mi tiempo, mi vida, mis pasiones,
mis suspiros, mis temores, mis miedos,
mis ansias, mi poesía.
Solo puedo darle lo poco que tenía.

En las historias de amor hay flores.
En mi historia de amor solo hubo dos.
Una se la arrebaté una noche perdida,
otra cuando una noche la pérdida me la arrebató.

En mi historia de amor hubo llantos y sonrisas,
caballeros y ladrones, princesas y diablesas.
En mi historia de amor hubo amor.
Y poesía.

¿Qué es amor? Poesía.
¿Qué es poesía? Amor y dos flores.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El sordo sonido de nadie en esta ciudad de ningún lugar



No no no no no; no, no puede ser. No suena.
Cortejo las teclas como acostumbro y no funciona.
No es un golpe, si no el arte de acariciar alternamente:
ébano, marfil, ébano marfil, marfil, ébano...
De este a oeste surco los mares cual marinero
y me dejo arrullar por el sonido que produzco;
me adentro en el mar de las sensaciones.
Pero hoy no; este maldito trasto no funciona.

¡Bah, me está sacando de quicio!
Sin percatarme de ello he acabado aporreando cada tecla con un desdén...
Comienza siendo una pequeña molestia como el zumbar de un mosquito
pasando por una aguja que acecha tu mirada;
es furia, ira, angustia, malestar, preocupación,
desasosiego, enfado, impotencia y también contraproducente.
¿Qué es música sin sonido? ¿Estamos locos?
Es una partitura, un instrumento musical en penumbra,
días sin estro de un músico, cuerdas rotas,
murmuro en el fondo de un concierto para nadie.
Soy yo. Música sin sonido soy, soy música sin sonido; yo.
¿Por qué? Porque impera la vagancia en este mi querido amigo.

Cierro la ventana, aunque parezca absurdo quizá el sonido se esté escapando en la gélida corriente de mi habitación. Levanto la tapa del piano y compruebo que está todo colocado correctamente y no hay ninguna cuerda rota o algo por el estilo. Ahora que está todo cerrado el sonido se quedará encarcelado en esta trampa mortal improvisada. Si esto no funciona significa que... No, no he podido perder mi sentido auditivo en cuestión de unos segundos...

Media hora más tarde...

Solamente escucho un ruido hueco cuando golpeo las teclas.
Una roca se desprende del sombrero de una gran montaña,
esta precipita rápidamente chocando con las rodillas de esta.
Gira gira y gira golpeándose con todo lo que acontece.
La montaña rápidamente se agacha para alcanzar el pequeñito fragmento que se ha formado
pero de repente ¡flup! se ha escabullido la marea.
El rostro del caballero se ve tan lúgubre en el mar...
Fuerza la vista y en el fondo puede ver algo moviéndose:
un pianista sumergido en el océano.
¡Flup, flup flup! ¡Pop, pop, pop! Sonido hueco.

Un pitido está perforándome los pensamientos. El sonido de una multitud de aplausos me despierta de mi corto viaje divagativo. Alzo la mirada y veo una inmensidad de butacas, todas llenas de gente. No paran de aplaudir. Estoy bastante desconcertado porque me doy cuenta de que estoy en el escenario. No se qué demonios está ocurriendo. Me están aplaudiendo a mí (?)

¡Clap, clap, clap! Bravo. Bravissimo. Aplaudidme más.
No he sido capaz de deleitarme con mi propio arte porque irónicamente no escucho mi sonido.
Sinceramente esta situación me agravia.
Abramos un debate sobre la hipocresía, sobre el silencio.
No, no, sobre la música silenciosa. Sobre los silencios de la música.
Hablemos sobre los focos de luz mortecina que iluminan mi rostro
y sobre mi rostro de luz mortecina que ilumina sus rostros.
Hablemos sobre la paradoja en la que me encuentro
pues no soy más que un bohemio en esta ciudad de luces.

Deslizo mis dedos en este muro de nadie
en esta  ciudad exánime que regala una espina por cada caricia del silencio.
Me corta, no ella, si no el filo del consuelo.
Y el flujo de mi sangre se mezcla con el gris amianto de mis dedos.
Entonces me doy cuenta de por qué no puedo escuchar mi sonido.
Estoy muerto tirado en mitad de la calle cual Estrella.
Soy esa estatua que emite un sordo sonido de nadie
en esta ciudad de ningún lugar.



Me despido del público y me encuentro otra vez en este duelo.
Uno a uno, el piano contra mí.
Estaba claro, no soy capaz de escuchar ese sonido.
Él tampoco me escucha a mí porque no se qué decirle.
Pero allí me siguen aplaudiendo y ni si quiera entienden mis sentimientos.
Porque no los tengo, o porque no pueden escuchar este sonido hueco.
Plop, plop,plop. Aquí sigo yo, en el fondo del océano.
Yo mis partituras sin nombre, el silencio de nadie, sentimientos no sentidos.
Aquí sigo yo. Algo perdido en algún lugar perdido.
¡Maldito trasto que no suena, vete al diablo!