martes, 31 de marzo de 2015

Capítulo 10: Promesas irrelevantes.

Algo extraño pasaba en aquel pueblo. Todos parecían estar agitados a pesar de lo temprano que era. Aunque había gran revuelto nadie había comenzado a ejercer su oficio, bien lo sabía el herrero que era el que comenzaba a trabajar antes que el resto; eso sí, todos estaban donde debían estar dentro de unas horas. Los más curiosos ni siquiera se molestaron en fingir que iban a trabajar, simplemente cogieron las piezas de frutas más inmaduras de sus hogares y algunas piedras de los caminos para poder lanzárselas al sujeto que iban a ejecutar.
Allí las noticias volaban, de hecho todos vieron el humo inmenso que se alzaba sobre las nubes, sabían que algo se había quemado y que había un culpable, y eso les bastaba para poder despertar la ira que quizá habían tenido retenida durante muchos años por una u otra razón.
Los hombres los que más les gustaba aparentar se acercaron lo más posible al ayuntamiento y discutían con los guardias, aparentemente querían entrar y golpear al culpable por sus delitos, pero tanto los hombres como los soldados sabían que solo era un juego de apariencias, era un obra de teatro donde las mujeres eran las espectadoras. Lo que ellos no sabían era que las damas de aquel pueblo eran varias veces más inteligentes que ellos y les estaban ignorando rotundamente. No es cuestión de géneros, yo simplemente me limito a narrar lo que veo, que cada uno saque sus propias conclusiones.
La puerta finalmente se abrió, todos se sorprendieron al ver un hombre vestido con gabardina y zapatos para nada modestos. Solamente habían tenido la oportunidad de ver aquellos trajes en la figura del alcalde, no estaban acostumbrados; no, mejor dicho, no estaban preparados para enfrentarse a esa situación. Toda la curiosidad de aquellos vecinos se convirtió drásticamente en un silencio súbito. Los guardias acompañaron al hombre, si no hubiese sido porque sus ropas estaban magulladas y manchadas con sangre, hubiese parecido que escoltaban a un señor importante. El camino se convirtió en un desfile donde todos observaban cómo el preso caminaba.
Las piezas no encajaban, todos se dieron cuenta de que faltaba información… Algo no iba como todos esperaban. Nadie tuvo valor a lanzarle ninguno de los proyectiles que minutos atrás ansiaban arrojar.
Los escoltas comenzaron a preparar lo que se iba a convertir en la tumba del castigado. Le ataron a un poste en la plaza del pueblo y comenzaron  a llevar tablones de madera. Iban a reducir su cuerpo a cenizas pero daba la sensación de que era una obra de teatro en vez de una ejecución pública. En estos momentos se suele anunciar el nombre del recluso, sus infracciones y la sentencia pero ante la fuerza soberana que ejercía el silencio y la duda, simplemente se limitaron a agachar la cabeza y amontonar madera su alrededor como si tratase de un ritual previamente preparado.
-¿Por qué están atando a ese caballero, mamá?
Aquella niña rompió el silencio inocentemente. Todas las miradas se dirigieron a su madre. Todos esperaban que alguien tuviese el valor de acusar a aquel hombre pero sus ojos eran más grises que el humo que vieron. Tenía una mirada cansada y distante, parecía triste incluso, era como si estuviera a punto de llorar, pero no lágrimas de culpabilidad, si no lágrimas de desconsuelo y nostalgia. Parecía que el propio mundo no le importaba.
Ante el silencio de la madre su hija se giró y le preguntó a aquel hombre de ojos grises.
-¿Por qué estás atado?
-¿Por qué estoy atado?
-¿Has hecho algo malo? ¿Has quemado una ciudad?
-Cuando las personas que amamos nos son arrebatadas la mejor manera de mantenerlas con vida es no dejar de amarlas. Los edificios se incendian, la gente muere pero el amor verdadero es para siempre -sonrió por haber encontrado aquella frase tan perfecta para esa ocasión.
-¿Entonces has hecho algo malo?
-Todos hacemos cosas malas. Lo importante no es lo que hagas sino por aquello que te recuerdan.
-Yo no creo que seas un hombre malo.

Aquel hombre le lanzó una mirada furtiva a la madre de la niña, ella entendió que debía detener la conversación de su hija.
Al fin la espera acabó y se acercaron dos guardias, uno tenía una antorcha encendido y el otro rociaba un líquido oloroso sobre la maDera. Cuando todo estuvo preparado  el guardia acercó la antorcha y todo comenzó a prender. Solamente se escuchaba el chisporroteo de las llamas consumiendo los tablones de madera. Parecía un día de invierno, silencioso y triste tirando a melancólico incluso; uno de esos que enciendes la chimenea en una habitación grande y oscura, las llamas te dan el calor que necesitas pero por alguna razón inexplicable no es suficiente para hacer que desaparezca la sensación de frío que recorre tu alma. Así se sentían aquellas personas, observaban tristemente como las llamas se acentuaban, era ilógico, pero los sentimientos no entienden de lógica alguna. Los que en un principio llevaron proyectiles y sus peores palabras preparadas se arrepentía de no haber llevado un cubo de agua, les habría sido más útil.
Había algo que les impedía moverse, la fuerza de la mirada de aquel hombre les inmovilizaba totalmente, les hacía sentir que todo estaba bien, que no tenían que preocuparse de nada.
Algunos rostros mostraron una mueca de espanto cuando el poste cayó y empujó el cuerpo contra las llamas. De repente se escuchó un grito desesperado, ‘’que alguien le saque de ahí’’.
Antes de que alguien tuviese tiempo de reaccionar otra persona señaló el cielo y gritó ‘’mirad allí arriba.

Y todos fueron testigos de cómo un hombre atado se había liberado de sus cadenas y ahora flotaba en el aire como una pluma. En el fondo de sus corazones se alegraban, por alguna razón inexplicable todos sabían que aquel hombre era inocente.

Una vez más el mago conseguía sorprender a su público, pero esta vez no había un truco de magia, había algo más que nadie pudo ver.

Fragmento del capítulo 10 de Excentricidades.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Hablan de amor los pobres...

Y yo observo impasible como todos hablan de amor.
No hables de amor joven pitusa si todavía no has vivido vida.
No trates de entender el amor cuando ni si quiera él sabe quién es.
Yo dejé de intentarlo hace tiempo, ahora me limito a observar tras la ventana.
¿Quieres poner normas a tu amor? El amor es libre, no es clandestino.
Clandestino es quien ama y no es amado, eso sí que es verdad.
Y qué mas da si no quieren que ames. Por qué debería importar.
Pero tú les sigues escuchando y lloras.
Ven conmigo y siéntate, sí, lo estás deseando.
Tranquila, no voy a morderte, soy inofensivo.
Mira a esos pobres, siguen hablando de amor. ¿No es gracioso?
¿Ves como ries? Si quedaba alegría en ese, tu corazón árido.
Ahora ve, no mires atrás. Ama.
¿Qué deberías decirle? Imagina que hablas y que no oye.
Háblale de amor de la única forma que se puede hacer.
Funde tus labios con los suyos. Acaricia sus manos. Bésale el cuello.
El resto te lo dejo a ti.
¿Tan difícil es el idioma del amor? Qué lastima, nunca lo llegarán a comprender.