martes, 27 de noviembre de 2018

La pobreza

Me apetece divagar sobre la pobreza porque no tengo energías para nada más. Una vez más he llegado quemado a casa. Me apetecía escribir, enciendo el ordenador y una interfaz infinita se expande en todas direcciones. Este blackfriday compré un disco duro M.2 que, literalmente, me permite tener el ordenador encendido y listo para usar en dos segundos. Por no hablar de la fibra óptica. Si me estreso demasiado, aunque teniendo que comprar una bombona de butano titánica y subirla cinco pisos a la espalda, lo cierto es que puedo bajar a la gasolinera y en 20 minutos estaría disfrutando de un buen baño con agua caliente.

Esos días en los que tenía que ducharme con agua fría parecen una reminiscencia de una reminiscencia de algo que a su vez, probablemente sea nada. Y ya cuando firmé mi primer contrato medianamente serio, me prometí a mí mismo ser el Guardián entre el centeno. Lo cierto es, que solamente en el blackfriday he gastado más dinero de lo que haya podido ganar en los últimos 20 años (y eso que he sido camarero). 

Veo las fotos donde la clavícula parecía estar a punto de atravesar la piel y lo comparo con el ligero sobrepeso que tengo ahora y casi parece una broma macabra. 

Al menos mantengo la certeza de que soy una especie de genio de lo irrelevante. Tengo una cabeza prodigiosa que permitió advertir lo evidente y aún así he acabado cayendo. En ''Construcción de un hombre'' ya usé la foto de Big Fish donde el poeta colgó sus zapatos y usé un verso milagroso: Supongo que esto debe ser el paraíso.Una suite con fronteras norte-sur, este-oeste y sus ventanas con vistas al mal.

Al menos después de la paga extra de diciembre probablemente pueda ponerme persianas después de ... yo qué sé.

Si no escucho a nadie cómo voy a ser capaz de escucharme a mí mismo. No, en realidad creo que el resto ha dejado de hablarme y yo, simplemente les he imitado. Nada queda de Malraux hablando de los semejantes, de Kundera recordándome no enorgullecerme de lo que me he es regalado por la casualidad y ese Ingenuo de Voltaire que creía que siempre le ocurría lo mejor posible...
Me las he comido todas, una a una. Quizá por eso me estoy poniendo tan gordo. No creo que sea por ese patinete eléctrico que me he comprado para ir a trabajar..., ¿verdad? 

En realidad le estoy tirando piedras al, ¿consumismo? desviando la atención a lo que debiera ser lo lógico. En realidad soy una especie de éxito, supongo. Aún con los tumbos que voy dando he conseguido asentarme. Ya decía a modo de ''broma'' en una historia de Instagram que todos los problemas de la humanidad residen en el sedentarismo. ''Cristian, me río mucho pero no lo he entendido''. Me descojono de todos esos y lo siento, tanto por su inutilidad como por mi asquerosa condescendencia. 

No es un discurso -ista de algún -ismo. ''Construcción de un hombre'' tenía una finalidad clara, construir un hombre. No hablaba de cambiar el mundo, a mí eso no me interesa. Esa es tarea de quien tenga el arrojo y energía necesarios para ello. Y sí, mientras digo esto, vuelvo a leer el párrafo:


"Sin embargo cada vez que escucho su mirada trémula suplicando,desgarraría cada célula de mi cuerpo por atraparle entre el centeno.
Mas la titánica tarea de atravesar esta lámina de papel
que separa mi mirada de su cuerpo bronceado, se me antoja totalmente innecesaria."


Y lo cierto es que es más sencillo mover la montaña que atravesar la lámina de papel.

Está todo tan tranquilo que "incita a pensar que la tormenta, de liviana, podría haberse evaporado". Hasta que el sol fulgurante me reviente en la cara, supongo que seguiré en esta parsimoniosa burbuja.


Pfffff. Estoy muy cansado de castigarme en serio. La pobreza es algo que nunca te vuelve a abandonar.

"Acostumbrado al dolor de la caída:''resilencia'', como un mantra repetían los adultosy ahora dime, quién demonios pagará toda esta deuda."

Puedo explicar toda mi vida con mis propias poesías. Supongo que soy un escritor acojonante. Si no fuera por el pequeño detalle de que ya no escribo. Ahora solo queda buscar culpables. Con dos narices voy a buscar el culpable de la pobreza: a burbuja inmobiliaria, el estado, los padres, la familia, el capitalismo, el libre mercado, la historia, el sedentarismo, la democracia, la guerra civil, el franquismo, el comunismo, el ser humano, Dios, la literatura, Marx...

Bueno, cierro el texto volviéndome a citar

"Nadie me enseñó a encontrar culpables,pídeme otra copa y que la sirvan cuanto antes.Borra esa sonrisa, yo no juzgo.Brinda con nosotros, fracasados sin remedio."

Supongo que la pobreza y sumo, la pobreza infantil, es culpa de nuestro fracaso como especie.

Vayan con Dios.

Tarantúla!!!

Hay balas que vuelan alrededor de mi cabeza.
Hay velas que bailan ulterior a la delicadeza.
Hay truenos que estallan y cuernos que están ya
..., acabados.

El siseo revolotea entre mis sienes,
convocan los mares de hienas y cienes
sobre dieces y dientes sobre crines
y mientes sobre lo que tienes y tienes lo que tienes.
Mereces lo que mereces porque tintes
se espanden a tientas con tintas
que tiñen la truculenta tarántula
que tarantúla esta farándula.
Qué caradura, qué chaladura

jueves, 11 de octubre de 2018

Feminismo

Entre cristales cruje cada paso de mi pie descalzo.
Arrastro la pierna tirando de mi piel con las manos.
Arduo trabajo escalar escalones que hacen manada,
sin certeza, viendo que a cada rellano ya no queda nada,
qué proeza, tratando de llenar aquello que por mérito propio se escapa.

Asiéndome a la masa de su falda y los retales que esconde, 
rezando que tras el arconte que custodia su vientre
se encuentra la serpiente, la dama blanca,
y si miente, corte las alas para que tenga sentido esta amalgama
de dramas y dientes, miasmas de fuentes
que mueren en un mar de densidades que evocan ausencia.

No le gustó cuando callaba porque me encontraba ausente,
porque me encontraba ausente,
porque me encontraba ausente.

No le gustó cuando callaba porque me encontraba ausente,
porque me encontraba ausente,
porque me encontraba ausente.

No le gustó cuando callaba porque me encontraba ausente,
porque me encontraba ausente,
porque me encontraba ausente.

... 

¡No me gustó cuando callaba porque le encontraba ausente,
porque se encontraba ausente,
porque la encontró en ausencia!

QUIÉN VA A JUZGARME AHORA QUE NO ME QUEDA NADA.
Y QUÉ MÁS DA SI ASIRME A SU ROPA LIVIANA CALMA LA LLAGA TEMPRANA
Y ESOS MARES DE DUDAS Y CALAMIDADES SE VUELVEN TINIEBLAS TRAS LAS TINIEBLAS
DE ESA FORMA TODO COBRA SENTIDO EN MI CABEZA:
EL VIENTO ATENTA CONTRA SU FALDA, EL SOL ACARICIA SUS LABIOS,
LA GRAVEDAD FRUNCE SU CEÑO, LA...,  LA DENSIDAD DE MIS RECUERDOS RECUERDA
QUE SOBRE ESA CUERDA, ELLA FUNAMBULISTA, DANZA CON SUS PIES DESCALZOS
Y QUE MI INTESTINO SEA EL TATAMI SOBRE EL QUE ELLA VUELA,
Y QUE MIS VÍSCERAS Y SANGRE SEAN SU DUCHA, 
Y ELLA DUCHA EN TODAS LAS ARTES SEA LUZ Y ESTAÑO,
PAZ Y GUERRA, DIOS Y MENA.

¡QUÉ SENTIDO ESTA PUTA MIERDA!
JURO POR DIOS QUE SI NO ME MATA LA TORMENTA,
ME DESPERTARÉ A MEDIA NOCHE REBUSCANDO ENTRE CAJONES
HASTA ENCONTRAR LA PUERTA.
YA QUE PEDRO NO QUIERE DEJARME PASAR LO HARÉ A TRAVÉS DE SUS PIERNAS.

QUE GRITE Y SOLLOCE HASTA QUE DUERMA,
HASTA QUE LA HOJA ATRAVIESE SUS CADERAS
Y EL SISEO DE LA NOCHE CANTE NANAS DE PAZ Y MERMA.

DE SU DESTIN: DIOSA Y DUEÑA.



domingo, 5 de agosto de 2018

Woodkid


Capítulo 1.


Sí, cierto, casi lo olvido. Quizá pueda parecer raro ver a alguien verter una lata de cerveza sobre una lápida. Sin embargo creo que nadie podría reprochármelo. Recuerdo que todo lo solucionaba con una cerveza. Cuando mi madre murió, dijo: ‘’Vámonos al campo a tomarnos una cerveza’’. Fuimos a una cala perdida y allí, tomándonos unas latas, mirando un cielo tan estrellado que parecía absurdo, perdía la virginidad y entendí que lo mejor después de salir de una mujer es entrar en otra.

Creo que me estoy mareando. No es propio de mí sentarme al lado de otra persona en un momento de intimidad imperturbable. Inconscientemente me disculpo. Inconscientemente me disculpo a diario. Creo, en la cabeza de los que me rodean, la innecesaria duda de si he hecho algo mal. Algunos asienten, otros las aceptan, en su gran mayoría hacen como si no me hubiesen escuchado. O eso supongo injustamente.
Mi acompañante simplemente asiente con la cabeza y da la ligera sensación de que emite un gruñido imperceptible. Saco otra cerveza de la bolsa de plástico y la coloco sobre mi frente.  Presiono la lata para que, por ósmosis, equilibrio térmico o un rito chamánico invocatruenos, el frío atraviese mi cráneo y enfríe -aunque sea por unos segundos- mi cerebro. Como uno de esos modders que rocían su ordenador con nitrógeno líquido para aumentar la frecuencia del procesador.
Creo que mi cerebro siempre está unos grados por encima del resto. En serio, los pequeños momentos que he tenido de lucidez han sido extremadamente trascendentales para mi vida, sin embargo el noventa y nueve coma treinta y seis por ciento restante estoy como aturdido. Y no me gusta cuando callo porque estoy como ausente, porque realmente lo estoy. A poco que creo que se dirigen a mí suelto un ‘’¿qué?” espasmático y trato de reincorporarme inútilmente a una conversación en potencia que fue. Es imposible nadar dos veces por el mismo río.

Solo se escucha el crepitar de los grillos y el canto monótono de la llama del cigarrillo, de mi improvisado compañero,  consumiéndose. Yo, empanado -una vez más-, me quedo mirándole involuntariamente e interpreta que quiero fumar. Me ofrece un cigarrillo. Hará quince años fumaba cuando cerveceaba en los bares con los amigos. Sin decir una sola palabra enciendo el cigarrillo y le ofrezco una cerveza. Intercambio de excedente de dos homínidos incapaces de comunicarse mientras contemplan impasiblemente un suceso que escapa a su entendimiento. Hemos retrocedido un millón de años en un par de minutos de agosto. Creo que todos retrocedemos un par de años en unos pocos minutos de agosto.


Realmente no hace falta decir nada. Nuestras miradas bailan un paso doble, y eso es suficiente para entender que nada de lo que podamos decir es suficiente. El silencio de muerte es tan estúpidamente denso que orbita alrededor de algún átomo de tu cerebro. Tratar de quitártelo de encima podría hacerte perder la cordura.

Capítulo 2.


El escándalo ha muerto. Es preocupante y conciliador al mismo tiempo. Recuerdo cuando la fachada de esta casucha se caía a pedazos tratando de aparentar que estaba deshabitada. Aún con todo eso la entrada principal estaba bloqueada y tenías que entrar por la parte trasera cruzando un jardín al que se accedía solamente saltando una valla bastante alta. Dentro estaba Iván, que si no te había hablado de él, era más aterrador que entrar en Silent Hill. Mucha gente habría preferido encontrarse un soso salvaje en el maletero de su coche que a Iván en un campo de centeno.
Todo en su cuerpo se ensanchaba un centímetro más de lo necesario y sus movimientos, debido a lo absurdo de las dimensiones de su cuerpo, se vuelven tan estrambóticos que incluso un paso suyo resulta amenazante.
La primera vez acudí con la promesa de encontrar a una estudiante de bellas artes. Decían que se tiraba a todo el mundo para un proyecto de la liberación sexual o algo así. Tenía sentido que hubiese acabado en un prostíbulo, pudiendo ganar dinero, ¿para qué hacerlo gratis? Quien me lo dijo era poco fiable, sin embargo por aquel entonces no me importaba. Aunque fuera ínfima la posibilidad, habría pagado cualquier cosa por colarme entre las piernas de aquella chica. No por nada y quizá por todo, no sé. Antes si quiera me lo había planteado, sin embargo cuando él me ofreció aquella posibilidad, abandoné la sala en mitad de una interesantísima clase sobre macroeconomía y fui directamente a la dirección que me había facilitado.

Salto la valla, ahora con más dificultades, eso sí, no es como si hubiera envejecido tanto, se trata de mi pierna que cojea un poco desde que me apuñalaron. Iván, ahora sentado en el suelo y jugueteando con un gato callejero, se reincorpora avergonzado y carraspea. Cuando se da cuenta de que soy yo, asiente ligeramente y continúa con su acometida. La primera vez me atendió una vieja de aspecto sospechoso, sin embargo ahora encuentro una joven distraída observando la pantalla de un ordenador. Cualquiera diría que se trata de un hotel. Tras decirle mi nombre, aporrea el teclado a la velocidad de la luz y, sin decir una sola palabra, asiente con la cabeza indicándome que puedo pasar.

Si no hubiese sido por la misteriosa sonrisa con la que me recibe, me habría costado mucho reconocer a Remi. Nunca antes había tenido el pelo tan largo, es más, juraría que se lo ha teñido. Incluso su delgadez ha cambiado. Antes era una delgadez insípida, raquítica. Ahora, su vestido ajustado deja ver que detrás de esa tela hay una muralla turgente que le ampara. Incluso me atrevería a decir que la cuenca de sus ojos es más grande. Quizá es el maquillaje.
Sinceramente me alegré cuando descubrí que lo de la estudiante de bellas artes era un mito. Me recibió Remi con una indiferencia preocupante. Pensé, incluso, que era su primera vez. Estoy seguro que si en aquel momento la hubiese encontrado tal y como es ahora, me habría intimidado. Por suerte o por desgracia, al cabo de pocos segundos relaja la expresión facial y vuelvo a ver en ella algo de esa desidia que desprendía quince años atrás. Realmente me siento mal por este comentario, pero creo que es injusto sentirme mal por lo que siento, así que mantendré el comentario y esperaré con ansias que San Pedro acepte mis disculpas.

Capítulo 3.


Tras quitarse las extensiones, cambiarse de ropa y, asegurarme que le gustaría enterrar esos malditos tacones -cosa que me reconforta-, observamos a los niños salir del colegio.

-¿Es ella?

No sé identificar si se refiere a la niña o a la madre.

-Es demasiado para ti -afirma tajante.

Se alejan cogidas de la mano y rodeadas de otros padres.

-Creo que debería ofenderme.

Ladea la cabeza mientras escudriña sus espaldas.

-Es su cadera. Menea el trasero como las olas del mar.

Capítulo 4.


Por muy alto que esté el rascacielos no se pueden ver las olas del mar. No importa lo alto que se construya, es imposible verlo desde aquí. Por eso me gusta especialmente esta habitación, a pesar de que no puedes ver el océano, tiene una pecera enorme. Un acuario innecesariamente grande que alguien mandó colocar aquí por alguna extraña razón. He preguntado miles de veces al personal del hotel y nadie sabe por qué hay un acuario en esta habitación.

-La primera vez que me trajiste aquí me impresionó, ¿sabes? -confiesa mientras se fuma un cigarro y mira a través de un ventanal tan desmedido que casi ocupa la pared entera-. No tenías reloj, coche o ropa cara. Estudiabas en una universidad del montón y ni siquiera usabas tarjeta de crédito. Sin embargo me trajiste aquí, bebimos alcohol de marcas que no sabía ni que existían y nos trataban como yo debía tratar al resto.
>> Ahora hay hoteles rodeando este, cada uno más grande que el anterior y he estado en todos y cada uno de ellos al menos una decena de veces. Ahora no hay hotel lo suficientemente alto que yo no pueda pagar.

-¿Ves ese pez con la cresta roja? -pregunto sin mostrar demasiado interés a su comentario-. La primera vez que vine medía una décima parte. Estaba seguro que uno más grande se lo comería a pesar que siempre supe que era el más listo de la clase. Le subestimé.
-¿Hay peces listos?
-Si no, ¿cómo explicas que haya sobrevivido?
-Quizá el resto no comen peces.

Por mucho que pasen los años sigue manteniendo esa seriedad tajante con la que cerciora su fé en el prójimo. Una fe que hace los discípulos se junten alrededor de ella y escuchen las parábolas de peces que no comen otros peces.

Capítulo 5.


-Es raro.
-¿Qué es raro?
-Me he excitado más al ver a tu mujer y a tu hija. ¿Debería sentirme mal?
-No sabría qué decirte.
-Háblame de ella.
-Tampoco sabría qué decirte.
Repite la orden.
-Creo que es realmente transparenté -sentencio tras masajearme las sienes con la punta de los dedos.
Carraspea.
-Creo que siempre ha sido uno de sus principales problemas. Puedes atravesarla alargando la mano, enrollar sus venas sobre tus propios dedos y crear un ovillo alrededor de estos palitos -hago rotar mi índice-. Y con el hilo que nos dan, tejemos cuando tejemos. Cuando quieres darte cuenta te has bordado un maravilloso jersey con sus venas y notas cómo su sangre avanza rápidamente por cada vello de tu piel. Es como si todo su cuerpo fuera moldeable, cosa que agradecen simpáticamente mis dedos cuando ejercen un poco de presión sobre su cadera y su carne se amolda a mi forma como si fuera un campo de espuma. Sin embargo…
-¿Sin embargo?
-No lo sé, simplemente no lo sé.
-Has dicho que eso es un problema.
-Creo que tratar de explicártelo me supera completamente. Necesitaría al menos doscientos cuarenta y séis años más para poder comprenderlo.
-Entonces cuéntame cómo os conocisteis.
-Hagamos una cosa, déjame contarte un cuento.
-¿Tiene algo que ver?
-Todo tiene algo que ver.

 Woodkid 1/2


-Érase una vez un niño. Bueno, en realidad creo que tengo que modernizarlo Borra esa imagen, rebobina un par de segundos, lo suficiente como para visualizar una pantalla en negro, pero no tanto como para volver a la habitación del hotel. Aparecen unas letras en la pantalla con una transición muy sobria: ‘’Basado en hechos reales’’. Ahora sí.
>>Érase una vez un niño cuya identidad no revelaremos para no incumplir la ley de protección de datos. Llamémosle Kid. Kid tenía una habilidad especial que fácilmente podría considerarse una maldición. Sus padres murieron en un accidente de…, ¿qué te gustaría?
-Tráfico -responde al instante -. Fueron de viaje a la India para celebrar su boda de plata, montaron en una elefanta que, tras ser asustada por un tucán gigantesco, se rebotó y les hizo caer partiéndoles el cuello en la caída.

>>De esa exacta forma fue como murieron ambos.
>>Saltémonos la parte en la que le pegaban y apartaban de pequeño porque no podía controlar sus poderes.
>>A poco que tuvo la mayoría de edad, abandonó el orfanato. Trató de encontrar trabajo, sin embargo con los estudios básicos le resultó demasiado difícil ganarse la vida. Sin posibilidad de trabajar par apagarse los estudios, cansado de no encontrar un lugar al que pertenecer, decidió usar su excentricidad para vivir una vida decente…

-¿Qué ocure?
-Lo siento, mea culpa. Cuando hago una pausa dramática es para que rellenes el hueco.
-Si lo haces tan seguido mata el ritmo.
-Disculpa, lo había visto en la tele en unos dibujos que ve mi hija y por alguna extraña razón había pensado que era buena idea.
-Tengo una anécdota horrible sobre eso…
-Pausa dramática… ¿Tengo que añadir algo?
-¡Oh, cuéntame qué pasó! -sobreactúa.
-¿Qué pasó? -interrogo de forma sobria.
-Un cliente me hizo vestirme de esos dibujos.
-¿De Dora?
-No, del mono.
-¿En serio?
-Sí… Ni siquiera me tocó. Ni una solo vez. Me hizo posar delante de él y decir tonterías mientras se masturbaba. Me pagó una fortuna.
-¿Por qué no contrató una actriz?
-Por la relación sujeto-objeto. Una actriz es sujeto, el público objeto. Una prostituta es objeto, Ya sea contratada para servir copas, bailar desnuda o disfrazarte de un mono..
-Ahora mismo… -dudo en formular la pregunta.
-Cuando estás con tu mujer o tu hija, ¿te preguntas quién es el sujeto u objeto?
Guardo silencio.
-Si nunca te he cobrado es por eso mismo. Siempre me ha dado la sensación que eres una persona muy densa. Apoco que junte contigo, aunque sea un solo dedo, estoy segura que ambos nos precipitaríamos a un abismo infinito.
-¿Soy más denso que un señor que te hace vestirte de un dibujo animado para masturbarse? -refunfuño de forma infantil.
-Ese señor, a la mañana siguiente es el CEO de la empresa que más cotiza en bolsa. Es tu jefe, el presidente, el padre de una familia modelo. Aquello a lo que millones de familias aspiran ser. Esas personas aligeran la carga de tantas personas que, si no hicieran al menos una noche, vestirse a una prostituta de Dora la exploradora, el mundo colapsaría a la mañana siguiente. Siempre tiene que existir cierto equilibrio en el barrio de la luz.

Woodkid 2/2


-¿Entonces su poder es algo así como hacer crecer plantas?
-No. Raíces, pétalos, troncos, pero es como si pudiera montarse una granja de girasoles.
-¿Crear madera? Troncos, cortezas y cosas así.
-Exacto.
-Perfecto, entonces será Woodkid.

>>Cuando fue capaz de controlar su poder, quiso hacerse algo asó como un jardinero freelance, sin embargo no tenía ni idea de cómo comenzar un negocio, así que entró en una empresa de leñadores. Allí aumentó tanto la productividad que al cabo de un par de meses fue noticia en todo el país. Poco tardó el sindicato de trabajadores en meter mano. Como la empresa se bastaba con un solo hombre para mantener y aumentar exponencialmente sus beneficios, al poco tiempo comenzaron las huelgas, reclamaciones, multas, juicios…  Al final se llegó a la conclusión de que Woodkid no podía seguir trabajando en el sector.

-Eso no tiene sentido.
-Dios, te ofrezco a mi hijo a cambio que despliegues el manto de la suspensión de la incredulidad sobre los infieles -digo con voz solemne.
-Abraham, por mucho que sacrifiques a tu hijo, he estudiado derecho.
-Los incrédulos habéis matado el cine, nos vais a joder también la literatura. U shall not pass!
Arquea una ceja, no ha pillado la referencia. Ha matado un arte sin saber si quiera que existe.

-Por razones que no quiero acordar, acabó despedido y el gremio consiguió, a través de triquiñuelas legales que parecen alfabeto egipcio a ojos de este humilde testigo, imposibilitar a Woodkid a volver a trabajar en el sector.

Parece molesta pero sigue prestando atención.

-Ya en su treintena, sin amigos ni familia, desesperado pues la ley que supuestamente vela por los desamparados le ha dejado sin amparo. Cansado de todo lo que le rodeaba, Woodkid se exilió a los bosques salvajes…

-¿Qué se supone que añada?
-Culpa mía. Colorín colorado…, ¡este cuento se ha acabado!
-¿¡Cómo!? -da un bote y se reincorpora sentándose sobre sus rodillas en la cama. -¡No puede ser!
-¿Por qué?
-¡Es horrible!
-Nadie dijo lo contrario.
-Las historias no funcionan así, es decepcionante.
Tiene toda la razón. Una línea dramática tan uniforme solo causa indiferencia y hastío, satura al espectador. Nunca he sabido escribir historias, no sé por qué he tratado de improvisar una.
-Se enamoró de una excursionista. Siguió su rastro, como si fuera una bestia salvaje, tropezó y calló por un acantilado. Se sujetó a un saliente durante tres días y tres noches, sin embargo al final comprendió que la fuerza de la naturaleza es superior e a la del hombre, o lago así, y entonces se descolgó y murió. Su cadáver estaba tan maltrecho que no sirvió ni para la ciencia.
>> La moraleja es que la vida moderna no hay cabida para el escándalo. Dios ha muerto.


viernes, 18 de mayo de 2018

Construcción de un hombre

Observando la ropa secándose lacónicamente
frente a la mirada afable de un corazón no perturbado,
incita a pensar que la tormenta, de liviana, podría haberse evaporado.

Quizá, como una suerte de escultor astrónomo,
ejercía añadiendo masa para que orbitasen alrededor de mí los planetas.
Ahora la primavera de sosegada parece detenida,
y un gris edulcorado fagocita un lugar tan pequeño de mi alma que parece insignificante.

Rumiando en mi cerebro ideas tan descabelladas como que ese sol,
fulgurante, cargue sobre mi tejado y la colada esparza y desordene;
o que esas nubes, de claras y diáfanas, se espanten hacia el espacio
y me convierta en un hombre melancólico que a la tormenta aguarda y desea.

El ser diminuto que regenta el pabellón de mi oreja recitando felonías,
apaciguado por el beso de la mañana cálida y el sopor de poniente,
acompasa su respiración de ensueño al vaivén de las olas más allá de Allende.

En la frontera entre bostezo y bostezo corren livianas las motas de polvo, sobre la mesita vacía,
descubiertas tras levantar unos cien  soldados y sus cien alabardas.
Versos desconsolados, ensamblados a estanterías infinitas,
promesas de una tarde trascienden y se reencarnan en promesas de unos y miles de días.

Sin embargo cada vez que escucho su mirada trémula suplicando,
desgarraría cada célula de mi cuerpo por atraparle entre el centeno.
Mas la titánica tarea de atravesar esta lámina de papel
que separa mi mirada de su cuerpo bronceado, se me antoja totalmente innecesaria.

Supongo que esto debe ser el paraíso.
Una suite con fronteras norte-sur, este-oeste y sus ventanas con vistas al mal.






sábado, 21 de abril de 2018

Autómata

Si voy a hacer lo mismo que cualquier otra persona, que lo haga cualquier otra persona.

sábado, 7 de abril de 2018

Guardián entre el centeno

No me sorprende nada.
Ni esa tarde de abril, rojo azabache, que brilla solamente por encima de mis párpados.
Ni los humanos devorándose los unos a los otros en ese punto flaco que es la espalda.
Ni esa miríada de miradas que me acechan, que es bien conocido que no existen.

Todo tiene un nombre.
Rendidos ante la ciencia, aquello que escapa de nuestras manos no existe.
Esas historias de Verne son relegadas a unos pocos afortunados
mientras el resto ve, impasible, cómo el ciclo de día y noche se reduce a jornadas de ocho horas.

Qué demonios queda.
El destino de Taneda se impone como un mantra que suena cada mañana a las siete.
Tener que lidiar con tal felonía a sabiendas que allende la frontera norte-sur, este-oeste,
con ventanas con vistas al mal, se encuentra la dádiva salvífica que solamente rozo con mis dedos.

Quiero ser vuestro guardián entre el centeno, pero antes tengo que salvarme a mí mismo.

sábado, 10 de marzo de 2018

Hablemos de ''Los mejores años de nuestra vida''

Hay muy poco que yo pueda decir de una película estrenada en 1946. Sobre ella se han escrito galaxias de tinta, y más aún cuando fue la ganadora de nada más y nada menos que 8 Oscar. 
Quizá un breve apunte que puedo hacer hoy en día, que casi automáticamente se vuelve insulso por la obviedad, es que algunos ''ismos'' cambian tanto las reglas del juego y la percepción social de sí misma, que hasta un personaje como Marie Derry que está descrita como una mujer frívola, materialista e incluso vil, ahora parece ser la única mujer en esta película con voz propia.
Pero insisto, solo lo nombro como una curiosidad, tildar a una película de 1946 de machista es como decir que el fuego arde, solo lo recalco como curiosidad.

Habiéndole dado el primer, y único palo que va a recibir en este texto, vamos al lío.

Decía André Malraux en La condición humana:

No se posesiona uno de un ser, sino de lo que cambia en él {...}. Se oye la voz de los demás con los oídos: la de uno mismo, con la garganta {...}. Pero yo, para mí, por la garganta, ¿qué soy? Una especie de afirmación absoluta, de afirmación de loco: una intensidad más grande que la de todo el resto. Para los demás, yo soy lo que he hecho. Sólo soy May (su pareja) no era lo que había hecho; solo para él, ella era otra cosa completamente distinta de su biografía. El abrazo, mediante el cual el amor mantiene a los seres unidos el uno al otro contra la soledad, no era al hombre al que proporcionaba su ayuda; era al loco, al monstruo incomparable, preferible a todo, que todo ser es para sí mismo y al que elige en contra de su corazón {...}.Los hombres no son mis semejantes; son los que me ven y me juzgan; mis semejantes son aquellos que me aman y no me miran; los que me aman contra todo; los que me aman contra la decadencia, contra la bajeza, contra la traición; a mí y no lo que yo haya hecho o haga; {...}.


Quiero destacar la frase ''no se posiciona uno de un ser, sino de lo que cambia en él''. Volver de la segunda guerra mundial y reencontrarte con tu familia debe ser terrorífico. En ocasiones nos aterra el estatismo, el ''no voy a cambiar'', el ''les estoy decepcionando, el ''soy un monstruo y no soy capaz de mejorar''. En otras ocasiones lo que nos horroriza es el cambio, el ''no me van a reconocer'', el ''les voy a decepcionar'', el ''ya no me voy a poder adaptar'', el ''ya no me van a reconocer'' o incluso el ''vamos a estar totalmente desconectados''. Y lo cierto, es que la misma respuesta también nos la da André Malraux cuando nos dice que nuestros semejantes son los que nos aman contra todo, los que nos aprecian a nosotros y no a nuestros actos.

La película no me ha parecido la gran cosa pero al menos me ha servido como excusa para citar a Malraux.

viernes, 9 de marzo de 2018

jueves, 1 de marzo de 2018

Pandemia

Quizá el ser humano está enfermo de desidia, unos se abandonan intelectualmente
y otros nos refugiamos en la cabeza mientras se pudre nuestro día a día.

lunes, 26 de febrero de 2018

La primera vez

La primera vez que se entumeció mi cerebro un pequeño explosivo detonó en lo más profundo de mi cráneo, en un punto casi imperceptible que justo se encontraba en el centro exacto de ese espacio tridimensional que es mi cabeza. Hasta ese momento nunca había tenido esa sensación aunque sí que me había sentido agotado. Muchas noches había permanecido diurno hasta las tantas de la madrugada, con con una maraña de pensamientos endebles manteniendo bien abiertas las puertas de mi alma, sin embargo, aunque vagos, los pensamientos seguían acechando, y ese hombrecillo en miniatura que se balanceaba sobre el pabellón de mi oreja, seguía murmurando extravagancias. Qué maravilla y vil ingeniería orgánica se encontraría dentro de mi cuerpo, capaz de procesar tanta información en balde. Un diseño tan perfecto que, por desgracia, no incluye botón de pagado, reinicio o formateo.
Por eso la primera vez que toda la maquinaria se detuvo, nada volvió volvió a ser igual. La arena se alargó infinitamente paralela la costa, las luces coqueteaban con la atmósfera, las estrellas tiritaban sobre la superficie del mar, el viento susurraba canciones de muerte y la noche se volvió tan apetitosa que quedé prendado de ella. El miedo se disolvió entre tanta inconsecuencia y la única preocupación era, literalmente, alcanzar el cielo con las manos, nadar hasta la línea donde se besan el mar y las estrellas. Comencé a llorar, y cuando intenté recordar la razón de mi llanto ya la había olvidado, y cuando trataba de recordar que la había olvidado, también esa idea se había esfumado de mi espiritada memoria. Entonces reí como antes, lloré como después y me quedé totalmente desprotegido ante una esencia que crepitaba consumiéndose. ''Y si esas estrellas que son diez veces más grandes que la tierra no son conscientes de sí mismas, por qué demonios ha de hacerlo el ser humano, envuelto en esa asquerosa condescendencia y ese narcisismo que nace cuando nos reconocemos a nosotros mismos'' -le pregunté a Dios ocioso-. A pesar de que respondía, olvidé todo a los cinco segundos y reí cinco veces más alto para que el aire vibrara más tiempo y así al menos poder recordar durante ese breve lapso de tiempo que quizá estaba riendo de menos.

La primera vez fue mágica, la segunda nostálgica, la tercera agónica y cuando quise darme cuenta había tentado a la muerte mil y una veces. Día tras día ese lúgubre ritual perdió su razón de ser. Poco a poco la surrealidad fue volviéndose una realidad pura. Una suerte de Sancho Panza que es atraído por la muerte solitaria cuando ésta se muestra desnuda ante sus ojos. Qué ingeniero lamentable, regalándole a la vida una máquina tan imperfecta, regalándole a la tierra la relación entre el día y la noche, regalándole a la fugacidad la condena de la rutina.
Y cuando en el país del sol naciente los halos de luz comienzan a filtrarse entre las ventanas de los edificios más altos, en los aviones, los rascacielos, y el camino comienza a clarear, te sientes solo, derrotado y casi arrepentido de haber sorteado a la muerte. Te recoges a ti mismo envolviéndote en un manto de vergüenza y cinismo porque sabes que solo tienes doce horas para sentirte miserable antes de que tu cerebro, y tu vida, vuelvan a entumecerse.

sábado, 20 de enero de 2018

Miénteme, yo ya estoy muerta.

Miénteme si quieres, Dios está durmiendo.
Abril no llegó, al menos no a éste mi cuaderno.
En el pasado ya dolió pero lo hizo en pleno invierno,
de ahí que el corazón se esconda o marche con lo puesto.

Mírame a la cara, miénteme si quieres, ya no importa.
Juguemos a los dados en mitad de la tormenta,
apostemos por el otro o perdamos los estribos.
Suframos como tontos para que tenga algo de sentido
seguir sintiendo, seguir cayendo hacia algún lado.

Miento si te miro y sonrío como antes.
Rezo porque mueras y cese la mentira,
amaine la tormenta, caigan las estrellas y aplasten,
aplacen toda esta angustia impotente ante un mundo
que sigue girando sin nosotros. Y todo se vuelva verdad.

¿Y si la arquitectura es una de más de tus mentiras?
¿Y si el boceto de mi mente absorta baila sobre papel mojado?
Y si lo supe desde el comienzo, por qué seguí jugando...
Quizá demasiado ebria para aceptar lo evidente,
quizá la inconsecuencia resultó más apetecible que la lógica,
quizá me apeteció probar la manzana prohibida porque tú me la ofrecías.

La inconsecuencia es virtud del mentiroso,
y fui yo quien firmó aquel contrato sin garantías.
Quería poner fin a mis días, oscuros y a tus noches frías,
a un patético destino apático, a nuestros delirios
de grandeza envueltos en un manto de muerte.
Tanto sufrimiento tonto, amianto en los cimientos.
Tanto llanto neonato poco sensato.
Tantos sentimientos que hacen trizas los adentros...

Quizá fui yo la primera que mintió, a sí misma.
Creyendo poder llenar medio cuerpo, reparar un alma.
Incendiar el bosque retorcido y plantar la simiente al alba.
Quizá la pretensión fue mi pecado,
creer poder ensamblar un cuerpo, replantar el huerto, revivir lo muerto.
Quizá nunca pude estar a la altura de ti... Sí, es cierto...

Sobre la cómoda, una nota:

''Miénteme si quieres, ya nada me importa. 
Abril no llegó, al menos a éste nuestro cuento.
En el pasado ya dolió y aunque cese esta tormenta,
lo siento, mi corazón, me he marchado con lo puesto''.


sábado, 6 de enero de 2018

Dios mío el puto arte, el mundo es maravilloso

Poco me hace sentir más vivo, más humano, más empático, más Cristian Johnny Rodríguez. Poco me emociona más, me hace ilusionarme, conmoverme, llorar.
Poco, muy poco, ha comprendido que son los humanos, qué son las historias, cómo deben ser contadas.
Son realmente pocos los que comprenden que para contar una historia no se necesita una premisa desternillante, superhéroes, universos cinematográficos, prosas de ensueño, giros de guión, personajes ''complejos'', series poco imaginativas.
Pocos son los animes que veo debido a la mediocridad del medio y muchísimos menos los que merecen ser destacados.
Por muy poco daría la vida por haber sido yo el creador de esa historia, de esos personajes, perdón, vidas.
Muy pero que muy pocos autores han conseguido tenerme con las uñas desgarrando la mesa del escritorio simplemente por ver a una familia pasear por la noche.
Muy pocos son capaces de retratar el bullying como lo que es, con sus miedos, la incapacidad de incluso los padres para enfrentarlo.


Cuánto me ha dado un simple dibujito chino de un chaval de instituto que juega al ajedrez japonés. Qué rabia no saber contar historias tan humanas, qué impotencia no saber transmitir tan bien... Y qué bien que exista el arte, qué bien que exista 3-Gatsu ni Lion para recordarme que sigo siendo empático, que a veces no es que yo sea un monstruo, simplemente soy humano y todo lo que ello conlleva.

Quiero seguir contando historias, quiero conmover, quiero conectar con las personas.