Relatos cortos

Mi historia de amor

Os voy a contar una historia de amor de esas que consiguen encantar a todo el mundo. Estas historias de amor que te gusta escuchar en esos momentos íntimos en los que quieres sentirte un poquito solo. Es una de esas que nadie sabe si ocurrió de verdad, son secretos que a veces cuentas sin saber por qué. Será nuestro secreto, te agradecería que no se lo digas a nadie más, que quede entre tú, yo y esta melodía triste que suena de fondo. ¿Cómo? ¿Que no suena ninguna? ¿A qué estás esperando? Va, te doy cinco segundos para que elijas la que más te guste.
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¿Ya? Bueno, vamos allá. Si te aburro dímelo, pero sinceramente me sentiría un poco decepcionado... Ya sabes, son las típicas historias que comienzas diciendo ''me la contó, un amigo de un amigo...''; supongo que ya sabes por dónde voy. Venga, que siempre me enrollo demasiado, aunque es tu culpa por saberme escuchar tan bien... Qué haría yo sin ti. ¿Y tú sin mí? ¿Qué harías tú sin mi? Me estoy sintiendo triste por alguna razón, es como si todo hubiese pasado hace tanto tiempo... Demonios, fueron tantas cosas. Intentar recordarlas todas con mi mente es totalmente imposible, nunca tuve tan buena memoria como tú, siempre te gustaba recordármelo eh. Voy a hacer un pequeño esfuerzo, por ti. Recuerdo que aquel día había sido bastante aburrido, nada fuera de lo normal. Como de costumbre yo tomaba el metro, siempre abarrotado a esa hora; es curioso que tantas personas acabemos de trabajar a la misma hora, parece que todos los jefes se ponen de acuerdo para hacer colapsar la línea de metro.  Pero ese día iba a ser especial, debía serlo. Recuerdo que mientras bajaba por las escaleras para llegar al andén a una chica se le calló la cartera y yo la cogí y se la devolví. Cuando se la tendí ella titubeó por un instante, cuando nuestras miradas se juntaron ella se sonrojó y me desconcertó por unos momentos. Su rubor se convirtió rápidamente en una sonrisa que me llegó al corazón, cuando nuestras manos se juntaron pude notar su suave piel. Fue todo muy rápido e intenso. Recuerdo que su voz era angelical, llegaba a mis oídos como una bella melodía. Nos detuvimos en mitad de la escalera a hablar de cualquier tontería, a presentarnos... Poco tardaron en llamarnos la atención por estar interrumpiendo el paso. Los dos reímos porque no éramos conscientes de que nuestro tiempo se había detenido. Comenzamos a bajar las escaleras, llegamos al andén. Por más que me esfuerce no recuerdo su nombre, sí que podría decir que me encantaba, era muy acertado para su rostro tan vivaz. Ella deslizó su tarjeta por el sensor y las puertas se abrieron, acto seguido se giró esperando mi llegada, ansiosa por poder continuar nuestra conversación. Yo estaba igual de ansioso, no voy a mentir. Al comienzo palpaba torpemente en mis bolsillos para encontrar mi cartera, pero por alguna razón no aparecía. Mis movimientos se volvieron frnéticos, casi desesperados. El anuncio del tren ya había sonado hace cinco minutos, estaba a punto de marcharse. Comencé a registrar mi bandolera, pero por alguna razón no lo podía encontrar. Alcé la mirada, ella estaba tan nerviosa como yo. En un acto desesperado intenté saltar la puerta de seguridad, pero cuando ya casi podía poner un pie en el suelo noté como alguien me agarraba por las espaldas. Maldita sea, fue un guardia. Juro que era la primera vez que hacía algo así, pero al otro lado estaba posiblemente el amor de mi vida. En ese momento pensé en golpear al guardia para zafarme de él y marcharme con ella en el tren, quizá muy lejos. Pero entonces ella alargó su mano hasta conectar con la mía y depositó un papel con su número de teléfono. Su sonrisa era muy divertida, le parecía muy cómica esa situación, consiguió relajarme y hacer que me riera de mí mismo. En fin, acepté mi destino, dejé de forcejear, me disculpé con el guardia pero aún así me hizo acompañarle a las oficinas. Parecía muy disgustado, no paraba de refunfuñar que hoy la gente le estaba dadno mucho trabajo, que no era el primero que intentaba saltarse la ley. Llegamos a un cuartito pequeño y oscuro, allí había una chica sentada en una silla de espaldas a nosotros, observaba más allá de la ventana, parecía ausente. El guardia comenzó a pedirme los datos, cuando le dije mi nombre la chica se sobresaltó.
-¿Eres tú? Sí, antes he encontrado una cartera tirada en el suelo, me preguntaba de quién podría ser... ¡Vaya casualidad!
Su repentino cambio de actitud nos sorprendió a los dos. Nos dejó atónitos. Era muy bonita aquella chica. Parecía un poco más joven que yo, no mucho más. Su sonrisa fue lo que más nos llamó la atención, parecía que de un momento a otro iba a saltar de la silla y comenzaría a dar saltos por toda la habitación... Rebosaba vitalidad, tanto que daba miedo. Le conté la situación al guardia, pero parecía demasiado molesto, dijo que no nos iríamos, que a pesar de todo debíamos pagar la multa. No le voy a culpar, infringí la ley y podía suponer que ella también. Fui a sentarme, pero justo antes de poder hacerlo aquella chica me cogió del brazo y tiró de mí. Metió la mano en su bolso y sacó un montón de billetes, no sé cuanto dinero habría ahí, pero puedo decir que más de lo que yo podría ganar trabajando arduamente medio mes. Dejó los billetes en la mano del guardia y tirando de mí comenzó a correr. Estaba demasiado sorprendido para poder decir una palabra, pero al ver la cara de idiota que se le quedó al pobre hombre no pude parar de reírme. Curioso es que su reacción fue la misma, éramos dos idiotas riéndonos de nosotros mismos.
No es por alardear, pero yo sabía que ese día iba a ser especial. No te creas, mi vida no suele ser así, en las historias siempre parece que los personajes tienen aventuras intrépidas todos los días, pero no es así, solamente que contamos las historias más divertidas, aquellas excentricidades dentro del día a día. Recuerdo que corrimos muchísimo, nos paramos en mitad de la calle, ambos jadeando. De repente alzó la vista y vio una tienda de helados. No paraba de gritar que quería uno, como si fuese una niña pequeña. Al llegar la dependienta se sorprendió de ver lo agitados que estábamos. ''Dame tantos como podamos cargar''. Todo parecía muy surrealista, pero así sucedió. Por el camino tuvimos que comenzar a repartir helados a los caminantes porque no podíamos comer tantos. Al comienzo nos miraban un poco extrañados, nos preguntaron si era algún tipo de show para la televisión. Recuerdo que esa idea te gustó, comenzaste a hacer preguntas a todo aquel que pasaba, si acertaba le dabas el helado como premio y si no también, alegando que era un premio de consolación. No tuve tiempo para saber de ella, ni siquiera su nombre, simplemente íbamos de un lado a otro, sin un por qué, sin una finalidad.  Sí que hubo un momento especial que se me quedó grabado en la mente, todavía conservo el traje. Entramos en una tienda carísima, te probaste mil trajes y me hiciste darte mi opinión sobre todos y cada uno. Cuando al fin encontrarse ese vestido blanco no te hizo falta hacerme preguntas, lo viste en mi sonrisa. Luego me hiciste pasar por lo mismo. Cuando ambos íbamos vestidos como príncipes dejamos toda nuestra ropa en los probadores. Salimos sin cambiarnos, pagaste la ropa y nos fuimos. Recuerdo que la mujer que nos atendió se quedó sorprendida al ver que salíamos con ropa diferente, me pregunto la cara que pondrían al encontrar la nuestra en los probadores... La noche ya estaba bien entrada, comenzaba a refrescar. Pocas personas caminaban ya, todo se sentía un poco más íntimo, pero tú todavía no estabas satisfecha. Me arrastraste hasta uno de los casinos más caros de la ciudad y allí comenzamos a apostar a todo lo que se te antojaba. Recuerdo que le pediste al camarero lo mejor que tuviera. No sé qué clase del alcohol era, pero sin duda era como beber agua directamente de una nube, era un sabor tan puro... Tu cara me sorprendió, a pesar de lo ligero que era tu semblante mostraba que no estabas acostumbrada a eso, probablemente fue tu primera vez, aunque nunca te dignarías a reconocerlo. Acto seguido comenzamos a pasear por el lugar hasta que cambiaron a esa canción que tanto te gustaba, tus ojos lo dijeron todo, se abrieron como platos. Te quitaste los zapatos, te subiste a una mesa y comenzaste a bailar como nunca antes lo había visto. Me animé, todo estaba siendo tan absurdo que dejé de preguntarme por qué estaba ocurriendo todo eso, era una noche mágica. La gente comenzó a reunirse a nuestro alrededor, todos nos miraban entusiasmados, con ojos lujuriosos. Podía notar la envidia en sus miradas, querían seguirnos el juego, imitarnos, pero su orgullo les impedía hacerlo. Comenzaron a aplaudirnos y de repente algún valiente nos imitó. Creaste un verdadero caos, y otra vez como un zorrillo astuto escapaste de la escena del crimen, arrastrándome.
¡Qué locura! Los dos estábamos exhaustos, pero tú no te detenías. Llamaste a un taxi y le dijiste que nos llevara al lugar más hermoso que conociese. Sin duda le debo mucho a ese taxista, nos llevó a un parque precioso, con fuentes de que expulsaban un agua cristalina de diferentes colores gracias a los efectos de la luz. Era un lugar pequeño, apartado. El taxi nos dejó allí. Continuábamos hablando de banalidades, de pequeñeces, de lo grandioso que era el momento. Ninguno de los dos nos hicimos ninguna pregunta. Recuerdo cuando sin decir una palabra te levantaste del banco y te metiste en la fuente, sin advertir, sin arrastrarme. Allí dentro pude ver por un momento como tu sonrisa se desvanecía, pude distinguir tus lágrimas entre el agua. No sé como lo hice, ahora lo pienso y es totalmente imposible, quizá fue mi imaginación. Pero esta vez no tuviste que arrastrarme, aquella vez fui yo el que quiso entrar contigo. Sin titubear. Sin miramientos. Sin temor. Con la valentía que me ofrecía tu rostro triste, por un instante en el que la curva de tu sonrisa se doblegó, por un instante en el que mi corazón se encogió y me hizo sentirme hueco. El agua caló por mi ropa rápidamente, mi pelo comenzó a cubrir mi frente, se me pegaba a la cara. Por primera vez me pude dar cuenta de tu cabello, de tu cuerpo, por primera vez pude ver algo que no fuese tu sonrisa, porque ella ya no estaba. Tu precioso vestido comenzó a pegarse a tu cuerpo, se convirtió en una fina capa que apenas se distinguía de tu piel. Qué hermosa eras. No pude evitar besarte, abrazarte, juntar nuestros cuerpos. Quería darte mi calor, devolverte la sonrisa con la que me habías hecho tu rehén. Tus labios eran tan suaves. No sé cuanto tiempo pasamos abrazados. No sé en qué momento comenzamos a caminar cogidos de la mano. No sé en qué momento nos tumbamos sobre el césped. Sí que sé que te acercaste a mi oído y me susurraste que querías entregarte, que era tu primera vez. No voy a mentir ahora. En ese momento dudé, no te conocía lo suficiente, no me creía merecedor de hacerte eso, tampoco quería hacerte daño. Pero no voy a ser hipócrita, me moría por hacerlo, y escuchar ese susurro solo hizo llenar mi corazón de ternura, de necesidad por cuidarte, por tenerte entre mis brazos. Recuerdo que al comienzo gemías sordamente, probablemente te dolía, aunque nunca te quejaste. Supongo que esto me lo guardaré para la intimidad, pero nunca voy a poder olvidarlo.
Allí estábamos tumbados sobre el suelo los dos. Dentro de nuestra burbuja de aire la cual nos hacía intocables. Mi vista solamente me permitía ver el cielo que de alguna manera parecía estar al alcance de mi mano. A pesar de estar tirados en mitad de un parque parecía que estábamos  en un campo desierto donde solo nos podíamos escuchar a nosotros. No voy a mentir, yo solamente quería escucharla y aunque hubiese pasado un avión rozándome la nariz no me habría dado cuenta.  Aunque pienses que estoy exagerando no lo estoy haciendo, su voz era tan dulce… es como esas cajas de música que te hacen sentir algo al momento en el que las escuchas, no sabes por qué pero te limitas a darle cuerda y cuerda y cuerda hasta que te das cuenta de que has estado más de media hora escuchando la misma melodía. Pero no te arrepientes, es más, te gustaría escucharla toda la eternidad. Pues así era su voz, dulce y encantadora. Así cualquiera estaría escuchándola durante horas, daría lo que fuera por poder escuchar su voz cada segundo de mi vida.
Así estábamos charlando en la noche los dos; como si el tiempo no importase, que en realidad no lo hacía. Oyendo cada palabra que sus finos labios liberaban, pero se me hacía imposible esucharla, estaba embelesado con las luces, con su sonrisa, con lo cálida que resultaba aquella situación. Quizá sea injusto pero no voy a mentir. 
Allí estaba yo dejando pasar el tiempo. Observando como movía sus manos, como su pecho se elevaba al respirar. Por alguna razón no me excitaba, podría haber estado totalmente desnuda a mi lado y habría seguido sintiendo esa sensación de tranquilidad, esa soledad compartida, esa sensación que mitiga mi ansiedad y mis pensamientos. Poco a poco mis ojos iban cerrándose, apenas podía ver una pequeña franja de  luz tras mis párpados, el sonido de sus cuerdas vocales se convertía en un siseo que casi no era capaz de distinguir. Amo ese momento que tan pocas veces he experimentado, esa pequeña fracción de segundo en la que notas que estás dormido, ese pequeño momento en el que sabes que tus pensamientos se detienen mágicamente. Pues en esa pequeña fracción de tiempo noté sus cálidos labios junto a los míos. Mis párpados se negaron a abrirse. Fue una sensación tan fugaz que soy incapaz de describirla. Solo puedo contaros que mi respiración se agitó, comencé a inspirar y expirar tan frenéticamente que todavía soy capaz de recordar el sonido de mi respiración invadiendo la oscuridad. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que pensé que estaría  a punto de explotar. Notaba la suavidad de sus labios contra los míos y de repente dejé de sentirme así cuando  se separaron. Volví instantáneamente a esa paz absoluta, ahora con una sensación de bienestar infinita. Solo me quedó una pregunta que nunca fui capaz de formular. ¿Nos volveríamos a ver?

-Es un secreto –escuché tímidamente antes de caer en un sueño profundo.

Supongo que aquí acaba la historia de amor. La mejor idea sería dejarla aquí, mostrar como la vida y los sueños se pueden mezclar en un momento tan espontáneo... Pero no quiero dejarlo aquí, quiero que sepas un poco más, ya que me has escuchado hasta aquí al menos debo contarte lo que sucedió después.
Al día siguiente desperté en el parque, por la mañana. No había demasiadas personas, pero sí algunas. Ya no estabas a mi lado, de hecho ya no estabas. Solo estaba tu bolso. Había un montón de dinero. Me vi con la necesidad de tener que devolvértelo, bueno, realmente solamente quería una excusa para comenzar a buscarte. Ahora debo disculparme, he de confesar que usé parte del dinero para pagar un taxi, no sabía ni siquiera dónde me encontraba. Pasaron casi tres semanas. Estuve buscando en las redes sociales, preguntando a amigos, pregunté en el casino... Nadie sabía nada de ti. Por un momento perdí la esperanza estuve dos años buscándote, pero entonces me acordé del guardia que nos retuvo, él probablemente sabría algo de ti. Con ese ápice de ilusión fui a la estación del metro donde nos conocimos y al final descubrí donde trabajaba. Tuve que esperar tres horas hasta que llegase su turno. Me sorprendió que él quiso saber tanto de ti como yo, ambos estábamos embelesados por tu comportamiento. Él amablemente me dio muchos datos de ti, de hecho me dijo que si te encontraba que fuéramos los tres a tomar un café. Le di las gracias y a partir de aquí comencé a buscar. Esta parte voy a omitirla, es muy poco entretenida.
Bueno, aquí es donde nos volvemos a encontrar. Tú y yo, cara a cara. Si te soy sincero no me arrepiento de nada y volvería a repetir aquel día tantas veces como mi vida me lo permitiese. De hecho la mía lo habría hecho durante bastante tiempo, pero la tuya... No sabes lo miserable que me siento, quizá si te hubiese buscado con mayor esfuerzo. Mira, me estás haciendo llorar. No es buena idea, yo quería inmortalizar tu sonrisa, no quiero que me veas triste. Bueno, quiero que sepas que ahora que te he encontrado no te voy a dejar ir nunca más. Este un para siempre de los de verdad, de esos que duran toda la vida, de esos que se juran en un altar. Miento, este para siempre no se puede separar con la muerte. El doctor dice que no vas a despertar nunca más, pero yo no creo que vaya a ser así. Ya han pasado casi siete años de aquel día. Tómate tu tiempo, no tengas prisa. Espero que cuando me despiertes todavía me recuerdes, te volveré a contar esta historia que le ocurrió a un amigo de un amigo. Tu familia al comienzo me miraba extraño cuando coincidíamos en el hospital, pero por suerte o por desgracia dejaron de venir. Por eso aquel día estabas tan viva, te lo jugabas a un todo o nada. Me alegro de haber sido tu último acompañante.
¿Sabes? Los recuerdos son inmortales, y los recuerdos son fruto de los sentimientos. Creo que aunque nunca despiertes aquel día ya está sellado. Como tú. Como el tiempo. Como mi historia de amor. 




Las luces de la noche



Me identifico como un simple caminante, tan sigiloso que ni si quiera mi propia sombra se percata de mi presencia. ¿El motivo de mi estro? La noche, quizá porque soy bohemio o puede que simplemente sea por su belleza....La verdad, veo como las gotas arremeten contra las luces, la distorsionan... En cierto modo me gusta, el camino es solitario pero no tanto como la gente que lo camina. Dicen que es una paradoja la noche, dicen que es oscura y desierta, pero no te lo creas. Los caminantes van acompañados de sus miedos y temores, en cambio yo prefiero ser acompañado por las luces, el agua y Luna, que me mira celosa pues no presto atención a su gran belleza.
Y ese sentimiento de añoranza que penetra mi corazón cuando veo las gotas que precipitan, dicen que cada gota encierra un recuerdo y que es liberado cuando golpea el suelo.
¿Cuántas cosas he perdido y perderé?¿Por qué nunca soy capaz de valorar lo que tengo? Sinceramente pienso que la finalidad de esto, es que otra persona sea capaz de admirar la noche, pues más que oscura, es caprichosa.


En busca de la felicidad

-Maestro ya son muchos los años que he compartido con usted, ha llegado el momento de que me muestre la fórmula de la felicidad...
-La felicidad no es algo que se pueda conseguir fácilmente, pero es cierto, hay una fórmula para poder alcanzarla...

La felicidad es cómo las estrellas, brilla y es preciosa, todo el mundo habla de ellas, las admira, pero en verdad no saben qué se siente al tener una estrella entre las manos.
La felicidad es un estado en el que el cuerpo se vuelve efímero, es un estado en el que el alma se desprende de la materiay vuela cómo un ave.
La felicidad es una controversia entre la razón y los sueños.
Cada toma de decisiones determina si llegarás a este estado, pues la vida semeja una partida de ajedrez, dónde los peones luchan por convertirse en el rey.
Para ser feliz tienes que renunciar a muchas cosas, tienes que renunciar a ser tú mismo, pues como ser humano que eres nunca te conformarás con tu existencia.
Tendrás que errar tantas veces que perderás la cuenta, pero nunca te arrepientas pues cada error lleva a una moraleja.
Ama tanto cuanto necesites y siente por cada segundo que vivas, no desperdicies a ese tirano llamado Tiempo.
Si quieres ser feliz tendrás que llorar, pues las lágrimas son fruto del recuerdo de una sonrisa que no permanece en tu rostro.
Se fiel a ti mismo, pero esto no significa que no puedas cambiar, pues si mejoras como persona empezarás a sentir la calidez de una estrella en tu rostro.
No seas ambicioso y disfruta de la buena compañía, todo lo material muere, lo único que permanecerá de ti en este mundo será tu recuerdo, la firma de quién fuiste.
Lo más importante para ser feliz es que la tristeza haga ensombrecer tu corazón, pues eso significa que te has equivocado, que echas algo en falta o que simplemente vas en camino de la felicidad.
Joven pupilo, lo más importante para ser feliz es encontrar a la persona que coloque la estrella en tus manos, pobre de aquel que no ama, pues dos estrellas brillan más que una.
Confía en aquellos que te quieren, pues son los testigos de tu ser. Sufre cuanto puedas, pues el día que dejes de hacerlo tu historia habrá terminado.
Para ser feliz la tendrás que amar y llorarás cuando la pierdas, temerás por ser rechazado, pero recuerda esto: el universo está lleno de estrellas y tú has de brillar más que ninguna pues así podrás iluminar a aquella que dejó de hacerlo.



Los secretos.

Aquel día el cielo lloraba, estaba triste,¿ por qué? Seguramente fuera un secreto. Me senté en una turgente roca al borde de una cascada. Sentí saudade, observando como el agua arrastraba todo a su voluntad. Tantos secretos fueron llevados hasta el mar, donde finalmente se hundirían y nadie los podría escuchar. ¿A dónde van los secretos cuando mueren? Es triste pensar en aquellos que nunca son contados, esos misterios que se tragan las cenizas... estos misterios que solo un corazón egoísta posee.
Seguí observando cómo caían por la pendiente.¿Qué hay de esos momentos dónde la vida deja escapar los secretos? ¿Y los pocos que sabemos escuchar la vida?
Los secretos no son perfectos, pues siempre van teñidos de lágrimas y tristezas. El ser humano tiene ese problema, no comparte. Hazte dueño de mis secretos; cuan fácil suena , mas qué difícil es decirlo.
Pensé en todos aquellos que no conté, todos los que me confiaron y alguno que se me escapó de entre las manos. Yo moriré, pero compadezco a los secretos, pues vagan infinitamente por el mundo, destinados a morir o a la eternidad.
A la orilla del río, veo como fluyen por la superficie, pues todos confesamos a la luz de la luna.
Le cedo mis secretos a la vida, pues ella es silencio, viento y nívea miseria.


Mejor que el silencio

Cállate , cansado del sufrimiento de ver como tus labios rozan la perfección y describen formas en el aire. Cuan bella eres, llegando al límite que tu belleza me redime. ¡Cállate! No quiero escuchar las vacías palabras de la flor que no podré besar. Aléjate de mi, me estás haciendo daño, no es tu culpa si no mi sino, por mirar a los ojos a Medusa y pretender huir de su encanto. Sin darme cuenta tu silencio ha invadido mi corazón estaño, pues es la música que mis oídos necesitan escuchar. Tú que has conseguido alcanzar la perfección del silencio con tu sola presencia.
Cállate y deja de infravalorarte, cada línea de este escrito está dedicada a ti, así que no hables, solamente permanece en silencio y mírame. Eres como esa caja de música que emite una bella melodía; al abrirla descubres una princesa que llora. Seré el único  que logra ver sus lágrimas, pues los demás solo perciben esa dulce canción. Dichoso soy por ver el sollozo esa diosa y a la vez me duele no ser el motivo de esas lágrimas; mas nunca he visto tanta ternura en un rostro.
Cállate, piensa que tu llanto me humilla, prefiero verte sonreír en silencio por una felicidad que no puedo compartir. Que mi destino sea hacerte feliz y muera al verte sonreír.  Esa perfección que emites al hablar no es digna de ser deleitada por todos.
Verte reír me hace feliz más cállate o sellaré tus labios con los míos, pues tú eres mejor el silencio.
Cállate y que tus palabras salgan de mi mente, tu silencio me mata.

Marioneta de papel



Miro tristemente al vacío con una mirada penetrante. No se que estoy buscando, ni si quiera sé quien soy. Me hablan de un futuro, de tomar decisiones, de vivir. Creo que estoy muerto. Los recuerdos nublan mi vista y sin percatarme de mi voluntad acabo llorando. Así comenzó mi vida, con sollozos y lágrimas. Pero no me voy a mentir, ni si quiera los recuerdos son capaces de humedecer mis ojos.

Se que hay alguien que me da forma con una delicadeza digna de un escultor de cristal; su cincel bordea cada parte de mi cuerpo y mi alma. Me ha hecho perfecto ante sus ojos. Poseo la perfección más absoluta que ni un dios podría superar. Ojos acusadores me miran, pero a él no le importa. Quizá sea la mayor imperfección que haya existido y esta es la base de mi ser. Con sutileza esculpe mis ojos, mi sonrisa, mi corazón. Coloca los hilos sobre mis extremidades y articulaciones. Estos finos filamentos me permitirán aprender a caminar, a saludar, a sonreír. La ilusión brota de mis ojos al poder bailar mientras escucho una dulce melodía. Qué bueno es vivir.

Tener un rostro con el que reír, conlleva poder llorar. Tener piernas con las que caminar permite que pueda tropezar. Tener un corazón, lleva a que puedan hacerme daño. Y en esos momentos cuando las lágrimas descienden por mi rostro, es cuando me doy cuenta de que estoy hecho de papel. Mi cuerpo comienza a humedecerse, noto un fuerte dolor en el pecho. Noto como cada parte de mi cuerpo se deshace, me muero poco a poco. Entonces caigo en esa miseria llamada tristeza. Nadie me ha explicado en qué consiste este sentimiento... Supongo que lo sientes cuando tu cuerpo está tirado en el vacío,careces de rostro con el que sonreír, corazón para sentir, manos con las que acariciar una flor... Simplemente te sumerges en tus propias lágrimas, ¿no? Porque en el fondo todos somos marionetas de papel.

Ya estoy muerto, sobre el suelo solo quedan los pocos hilos que un día me permitieron ser feliz. Pero él no desiste. Como el primer día, con unas láminas de papel, un cincel y un martillo; comienza a esculpirme de nuevo. Con paciencia ilimitada me recrea como la vez anterior, pero esta vez, con una lágrima menos.

Así he vivido toda mi vida, renaciendo día a día. Pero hoy mis ojos no humedecen. Creo que estoy muerto. El papel con el que fui creado comienza a desgastarse, tiene un color amarillento. Por cada lágrima que he perdido, he ido alcanzando la perfección y mi muerte. Es duro ser una marioneta de papel, pero doy gracias a que tú has movido los hilos. Cada vez lloraba pensaba que estaba muerto, sin percatarme que mueres el día en el que dejas de llorar.





Gracias a todos aquellos que me habéis hecho llorar, por vosotros he vivido siendo mejor cada día.

Gracias a todos aquellos que me habéis reconstruido cuando mis lágrimas me corrompían, vosotros sois los dueños de esta marioneta.

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